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jueves, 16 de julio de 2009

Blog del bolso te trae la final y los festejos en fotos










































“Ser campeón de la década no se lograba desde hace tiempo”


Ricardo Alarcón, el presidente del club, afirmaba que "dentro de esta inmensa alegría está ese sabor amargo del lamentable fallecimiento de ese gran ser humano como lo fue el Dr. Walter García Torres

Sabiendo lo que él quería a Nacional. Probablemente él se haya ido feliz. Nacional está en una etapa fuerte. No me puedo olvidar de esta hinchada fantástica que en momento de la derrota con Estudiantes en el Estadio siguió alentando y eso emocionó igual o más que el título logrado ahora", señaló.

Alarcón realizó un reconocimiento al cuerpo técnico, a sus compañeros de directiva, a los funcionarios y a los directivos que le precedieron.

"Le ganamos a un gran rival como ha sido Defensor Sporting, que enaltece aún más nuestro triunfo. Esto es un poco la frutilla a la torta, pero lo que aspiramos realmente es que el club esté fortalecido. Ser el campeón de la década no es algo que se lograba hace mucho tiempo".

"Nos rompimos el alma para conseguir esto, por eso es una gran alegría. Muchos decían que teníamos las finales prácticamente perdidas, pero hemos demostramos que el grupo tuvo rebeldía para vencer. Fuimos justos ganadores. Pasamos las semifinales y después ganamos todos los partidos de las finales", fue la primera impresión del capitán Oscar Javier Morales.

El volante destacó también la labor de su rival. "Defensor fue el equipo más parejo de la temporada y en este sistema de tantas finales cansadoras pudimos demostrar que queríamos ser los campeones. Defensor es una muy buena institución. Arrancamos en desventaja por la regla de la tabla anual pero la convertimos en ventaja y pudimos liquidarla ahora", agregó Ojota.

Morales llegó en 1999 a Nacional procedente del Cerro que había dirigido también Gerardo Pelusso. Con el de anoche, es el quinto Campeonato Uruguayo que logra el incansable mediocampista tricolor.

El capitán no se olvidó tampoco de los compañeros que estuvieron y que hoy no forman el plantel. "Esta dinámica de dos torneos cortos hace que los planteles tengan dos versiones por lo que debo recordarlos también porque son campeones como nosotros".

Fuente:últimas noticias

"Nico" Lodeiro: “El fútbol me dio más en 6 meses que en mis 19 años”


"Salí campeón Uruguayo con dos grandes. Danubio (2005-06) y ahora con Nacional, esa es la única verdad. Estoy disfrutando mucho este momento, porque fueron unas finales muy duras, maratónicas, muy desgastantes y muy difíciles. Se ha logrado tener un gran semestre, logrando el título Uruguayo y peleando en la Libertadores hasta las semifinales", fueron las escuetas palabras del entrenador Gerardo Pelusso.

Mientras tanto, el referente Alexander Medina analizaba su momento.

"Este fue sin dudas el mejor grupo humano que me tocó integrar en todos estos años que estoy en el fútbol y no es porque hayamos salido campeones, sino porque estuvo integrado por gente humilde y gente con trayectoria que si le tocaba ir al banco no se molestaba. Fuimos los mejores de todos, lo demostramos en las finales, por eso salimos campeones. Se logró ganar el Uruguayo, haber llegado a las semifinales y los tres clásicos en el año, no es poca cosa".

El "Cacique" no se evadió de la tónica de sus compañeros y también resaltó al plantel. "Este grupo ha demostrado con humildad y que predominaba el equipo y la unión antes que lo individual. Llegaron jugadores de trayectoria y quedaron en el banco y nadie dijo una palabra. Todos querían jugar pero siempre apoyando al compañero de turno. Los argentinos se acoplaron muy bien. Esto habla de lo buena gente que son y cuando quedaron afuera apoyaron siempre". El profesor Javier Carballo señaló que esta victoria se debe al "trabajo organizado y ordenado de los jugadores que se brindaron por entero. Esto es de ellos y se lo merecen por la responsabilidad y profesionalidad con la que lo tomaron".

El autor del primer gol, Mauricio Victorino, afirmó que el título "lo buscamos desde el principio del año haciendo las cosas bien. En la copa estuvimos ahí y nos quedó el sabor amargo de la eliminación pero nos repusimos. Esto es un premio para el grupo que se lo merece por lo hecho en todo el semestre".

"Siento una enorme alegría por haber cumplido el sueño de ser campeón con Nacional. El grupo es importantísimo para esta consagración", expresó Gustavo Biscayzacú. "Nos merecíamos un campeonato para abrazarnos todos justos. Es una alegría y mérito de todo el grupo. Tuve la suerte de hacer goles importantes y que han servido para ganar un campeonato. Eso resalta más y se suma a esta alegría que tengo y que quedará en mi corazón".

Nicolás Lodeiro liquidó el partido de anoche con el gol de la victoria. "Lo que no me había dado el fútbol en 19 años, me lo dio en seis meses y por suerte con el cuadro del cual soy hincha. En los últimos partidos estaba sintiendo un cansancio de las piernas, pero sobre todo de la cabeza. El gol lo grité con mucha alegría y emoción".

Fuente:últimas noticias

Pelusso se dio el gusto que no tuvo de jugador


Gerardo Pelusso se sacó el gusto de ser nuevamente campeón uruguayo. Antes había logrado el título con Danubio, pero seguramente esta conquista tiene un sabor muy especial para el técnico floridense: "No hay duda, llegué a Nacional con 15 años y como jugador no logré títulos en el club, luego continué mi carrera en otras instituciones, pero insistí y ahora me hice el gusto de ser campeón como técnico".

También fue el momento del balance para el técnico campeón, luego de una temporada donde los tricolores apuntaron a dos frentes, tanto en lo internacional como en lo local: "Si tomamos en cuenta los cuatro equipos que llegamos a semifinales en la Copa Libertadores, el único que logró ser campeón a nivel local fue Nacional y estoy hablando de grandes equipos como Estudiantes, Gremio y Cruzeiro. Por otra parte, en lo nuestro hubo una estrategia, ya que apostamos muchísimo al Torneo Apertura para asegurar la final del Campeonato Uruguayo".

Sobre el rival de las maratónicas finales, Defensor Sporting y, en especial, de Jorge Da Silva, Pelusso expresó que "el haber perdido estas finales creo que no opaca en nada lo realizado por Jorge (Da Silva) en su ciclo en Defensor. En primer lugar, porque fue campeón uruguayo en la temporada anterior y en esta oportunidad buscaba el bicampeonato, algo que no es poca cosa para un club en desarrollo".

Cuando consultamos a Gerardo Pelusso si esta coronación era la despedida de Nacional, su respuesta quedó flotando en el aire, no lo afirmó, pero tampoco lo desmintió, simplemente dijo: "Cada cosa en su momento, primero vamos a festejar, después veremos". Es de destacar que hoy Gerardo Pelusso se reunirá con el gerente deportivo de Nacional, Daniel Enríquez y le entregará una carpeta con la evaluación general de los jugadores a lo largo del campeonato. Además, según la respuesta del técnico, definiendo si sigue o no, se planificará la estrategia para la Liguilla; pero lo más probable es que en la misma dirija Luis González.

Fuente:ovación

Una ráfaga de Holanda 74`


A ver. Rápido. ¿Qué jugada, o que situación de las finales globaliza, puede llegar a ser una síntesis, o una suerte de postal de este Nacional que anoche "terminó" de ganar el Uruguayo de la temporada 2008/2009 en forma concluyente, inobjetable?

Porque la del gol de Lodeiro, después de juntarse con el "Morro" en la forma y la medida que lo hacen los dos juveniles cuando en lugar de hacer la personal resuelven desparramar defensas rivales como verdaderos compadres, sutiles, hábiles, desfachatados, puede definirse como la frutilla arriba de la torta; la explosión que le faltaba en un segundo tiempo en el que Defensor decidió vender cara la pérdida del título pese a su impotencia atacante, a una consagración que, tal vez, no merecía plasmarse con un empate.

El final, tampoco. No es un poster de este Nacional que ganó tres de cinco finales. Que igualó las dos restantes. Y tuvo un atributo clave, determinante: cuando tuvo que aparecer para hacerle daño o liquidar al contrario e, incluso, en algún momento, para que Defensor no lo liquidara, apareció. No falló. Fue implacable.

Esto es: Larrionda tocó pito por última vez, y los los jugadores tricolores festejaron, gritaron, cantaron, pero con las emociones controladas. Sin desbordes gestuales. Sin llantos. Y con Pelusso, "bolsilludo" -como se decía antes, cuando el hoy entrenador de Nacional era un niño en Florida- de alma, aunque desde que llegó al glorioso club de los hermanos Céspedes prefirió anteponer su profesionalismo a la tentación de "vender" ese sentimiento, esa imagen, ocurrió otro tanto.

Es decir: Larrionda dió por terminada la larga serie de finales y Pelusso -seguramente la procesión (de San Cono, en este caso) iba por dentro- apenas si apretó el sobretodo como para abrochárselo. No le estalló la conquista del título ni en la cara ni la garganta. Tampoco se entregó a la locura de ir de abrazo en abrazo. Apenas si se fue arrimando, a veces de atrás, a veces de costado, como un padre, como un familiar, como un invitado a la fiesta, para felicitar a sus jugadores por lo que habían logrado. También por lo que habían dejado.

Entonces, ¿cuál es la jugada o la situación capaz de resumir, al menos en el partido de anoche, a este Nacional que avivó, o revitalizó, la hegemonía que ha impuesto y mantiene en lo que del Siglo XXI, en el ámbito interno del fútbol uruguayo?

Minuto 41` de la primera etapa. De Souza viene a recibir una pelota sobre la América, dándole la espalda al círculo central de la cancha, y cuando se va a dar vuelta, "le caen" el "Flaco" Fernández por la derecha, el "Hueso" Romero por la izquierda, y "Ojota" Morales, y hasta Matías Rodríguez, que cruzó desde el sector opuesto del mediocampo, para apretarlo por la espalda. ¡Impresionante!

Eso fue anoche Nacional, en los 45` iniciales. Después aflojó un poco; pero a la hora de imponerle su personalidad colectiva -y las de varias de sus individualidades- al contrario, fue un equipo práctico, serio, pragmático, con una determinación que, como en esa jugada en la que tuvo una ráfaga de similitud -defensiva- con la revolucionaria Holanda del 74, resultó desequilibrante. En suma: un campéon con clase.

Un "bolso" de alma

Victorino se besó la mano izquierda y con la derecha le dedicó el gol a la hinchada, especialmente al sector que ocupó la Colombes. El zaguero es "bolso" de corazón e hizo lo todo lo posible para quedarse en su cuadro del alma.

Victorino los madrugó

Mauricio Victorino, un elegido para partidos decisivos, aprovechó a los 25` que Vera "perdió" su referencia en el juego de alto y, con la determinación que lo caracteriza, metió un cabezazo que inició el camino hacia la gloria: 1-0.

Los tricolores recopados con la copa uruguaya

Lodeiro y Victorino se desahogaron y levantaron el trofeo de Campeón Uruguayo con más ganas que nunca. La frustración de quedar eliminados en semifinales de la "Santander" Libertadores quedó atrás y los tricolores se recoparon con su contundente triunfo en el ámbito local.

"Hola, ¿familia lODEIRO?"

"Nico" Lodeiro se emocionó tras convertir el gol de la victoria y se lo tributó a sus padres y familiares más cercanos. Dijo que pensó en todos ellos. El juvenil se consolidó en el 2009 y dio su primera vuelta olímpica en Primera.

La bolilla que faltaba

Nacional merecía cerrar su supremacía en las finales con una victoria y, a 6` del epílogo, Lodeiro realizó una jugada fantástica. Se apoyó en el "Morro", giró, remató cruzado y explotó el estadio: 2-1, era la bolilla que faltaba.

Rinus pelusso

La rotación de Lodeiro y Fernández, para caer por los flancos del ataque, se asemejó a la de la selección de Rinus Michels en el Mundial 74.

Fuente:ovación

Supercampeón Nacional, el rey de la década


Sí, se concretó. Pasó lo que se presumía iba a ocurrir. No tenía otro destino. Nacional es el campeón uruguayo. Y lo es por méritos propios. Por haber dominado, como lo hizo a lo largo de las otras finales, a Defensor Sporting.

Nacional es el campeón. Y levantó la copa porque jugó para hacerlo. Porque tuvo la rebeldía suficiente para afrontar circunstancias complicadas en estas finales, como las dos expulsiones en las primeras batallas.

Nacional es el campeón. Dio la vuelta olímpica porque sus hombres siempre tuvieron un poquito más que los violetas. Si hasta ayer mismo, en la noche que a los del Parque Rodó no le servía otra cosa que ganar, la actitud de los tricolores fue más fuerte. Más firme.

Nacional es campeón. Porque no se descansó en la ventaja que había obtenido en la segunda tanda de partidos finales, cuando pegó primero. Ayer el equipo de Gerardo Pelusso no especuló. Por el contrario, presionó, encerró a los muchachos de Da Silva.

Lo acribilló por la derecha con las interminables subidas de Álvaro Fernández. Con la picardía de Nicolás Lodeiro para utilizar todo el frente de la cancha y con la vivacidad con la que respondieron todos los jugadores.

Nacional es el campeón. Por el enorme dominio que tuvo Óscar Javier Morales en todo el campo. Lo de "OJ" fue sencillamente impresionante. Se robó balones que parecían imposibles de recuperar. Apareció para llevarse todos los intentos de los "tuertos" y así fue construyendo una solidez que magulló el ánimo de todos y cada uno de los rivales.

Quizás con menor impacto visual que lo que sucedió con el gol de Mauricio Victorino, pero mucho más incisivo en el trámite del partido.

Con una máquina destructora en el mediocampo, Nacional jugó suelto. Con tranquilidad. Se consolidó también por la forma en la que el "Morro" García complicó a los zagueros. Y por la facilidad con la que pudo elaborar el juego.

Defensor Sporting recién reaccionó, para convertir al partido de ayer en la mejor de las cinco finales, después que Álvaro Navarro metiera la igualdad.

El 1-1 fue el mejor incentivo para que se viera buen fútbol. Para que el partido ganara en vértigo y para que uno y otro se tiraran con todo el armamento que tenían guardado.

Fue ataque por ataque. Fue jugada de peligro por jugada de alto riesgo. Lo pudo desnivelar Defensor Sporting, pero allá en el fondo Nacional volvió a contar con otro hombre clave. Porque Rodrigo Muñoz respondió. Si hasta en el propio gol de Navarro había tenido antes una estupenda atajada contra De Souza.

Pero la propia actitud violeta de aceptar el reto de jugar al todo o nada lo puso a caminar por un hilo finito y en medio de un enorme precipicio. Porque la cancha se agrandó tanto, los espacios fueron tan marcados, que Nacional se hizo cada vez más incisivo. Cada vez más agresivo con su oponente.

Además, el ingreso de "Matute" Morales le permitió a Lodeiro tener un socio para ensayar mejor el "tuya y mía" y así el partido se convirtió en una especie de "electro shock" para los dos.

Hasta que tanto buen toque, tanta generosidad para fabricar jugadas tuvo la máxima recompensa. Y con el golazo de Lodeiro se acrecentó la interminable fiesta de las tribunas.

Ya nadie dudaba que se había bajado la cortina al partido y a las finales.

Fue el remate perfecto para los tricolores. Cinco finales y ni una sola perdida. Cinco combates que siempre lo tuvieron como protagonista, porque en pocos pasajes de los partidos el conjunto de los Céspedes perdió las riendas.

Y ayer se concretó lo que se preveía. Porque después del triunfo alcanzado el domingo por 2-1, habiendo dado vuelta el resultado, no se tejían dudas sobre lo que podía pasar anoche.

La fiesta fue otra vez para el tricolor, que así se confirma como el rey de la década, porque desde el 2000 en adelante se llevó para sus vitrinas seis uruguayos.

Las estrellas

R. Muñoz

Sus manos consolidaron la consagración tricolor. Tapó dos o tres increíbles.

A. Fernández

En la primera mitad fue un torpedo. Después siguió subiendo, pero también ayudó atrás.

O. Morales

Una noche espectacular. Fue el dueño y señor de toda la cancha. Ganó contra todos.

Las cifras

9 goles le convirtió Nacional a Defensor Sporting en las cinco finales que jugaron y recibió cuatro.

11 puntos terminó ganando el equipo tricolor de los quince en juego en estas finales.

FUENTE:OVACION

El reloj de arena


El reloj dejaba caer las piedritas de arena vaciando la cápsula de cristal superior para alimentar con este elemento la cápsula inferior, de manera no solo de testificar el paso del tiempo sino también, como forma de equilibrar la percepción sobre su transcurso, tan lento y casi eterno para quienes aguardan la llegada de un final con un solo gol de ventaja, y tan veloz y fugitivo desde la óptica de quienes se encuentran con un resultado adverso por diferencia mínima.

Más aún cuando se trata de una contienda deportiva eliminatoria, donde quien pierde se despide de la competencia. Más aún cuando lo que está en juego es el pasaje a la final del principal torneo continental. Y más aún, cuando están frente a frente dos camisetas clásicas, donde el contrincante no es un mero y circunstancial rival sino el más acérrimo enemigo; donde la derrota no solo significa un dolor y una humillación propia sino también la alegría y gloria jamás deseada para el peor de los adversarios.

Era el 16 de julio del año diecisiete luego de Maracaná y la Copa Libertadores aguardaba por un finalista uruguayo. La ventaja en la serie semifinal le daba a Nacional la clasificación con un empate, pero el resultado parcial que no se congraciaba con los méritos del juego favorecía a Peñarol. Goncalvez con un remate de cuarenta metros había abierto el tanteador, luego Celio, una garantía de gol tricolor igualaba el duelo tras la ejecución de un tiro libre sobre el arco de la tribuna Ámsterdam. Spencer promediando el segundo tiempo inclinó nuevamente la balanza para los aurinegros. Faltaban quince minutos para el final cuando Cincunegui vio la tarjeta roja.

El empate no llegaba y la impaciencia se iba adueñando de la parcialidad alba, que veía como la clasificación se escabullía como arena entre los dedos que seguía cayendo en el reloj.

Y para completar esa vorágine de sentimientos en plena ebullición, la ira e indignación se sumaron invitadas por el paraguayo Lezcano, que en el transcurso del partido, aprovechando un espacio de soledad en el campo de juego tuvo la poco feliz idea de sentarse sobre la pelota.

Parecía que se iba la vida en un suspiro final. Las últimas piedritas comenzaban a caer completando el ciclo del reloj de arena cuando Urruzmendi efectuó un saque lateral desde la tribuna América, frente al túnel por el que accede a la cancha el conjunto visitante. El saque de manos fue devuelto de cabeza por Espárrago. La tribuna clamaba porque Urruzmendi ahora con la pelota en los pies levantara un centro al área rival, pero este pase se demoraba o parecía demorarse más de lo que la ansiedad del público podía tolerar, quizás en beneficio de la precisión o vaya a saber uno porqué.

Por fin partió la pelota desde la punta izquierda tomando vuelo en dirección del corazón del área rival. Allí, entre Lezcano y Figueroa, el Marqués Ruben Sosa, un jugador exquisito y excelente cabeceador esperaba el esférico que era acompañado por la mirada de todos los presentes, que aguardaban el destino que iba a tener el balón luego de ser impulsado por el parietal derecho del argentino.

Pero el desenlace previsible se perdió cuando el Marqués, inclinó levemente su cuerpo sobre sus rodillas y en vez de rematar al arco decidió cambiar el rumbo de la pelota en el preciso momento en que caía la última piedrita de arena del reloj.

Con el golpe de cabeza del argentino se detuvo por un ínfimo momento el tiempo, ese breve suspiro que es necesario para girar nuevamente el reloj de arena antes que el tiempo siga nuevamente su curso. Con ese cabezazo se congeló por un instante la expectativa y la ansiedad del público y los corazones acelerados se detuvieron al igual que los relojes.

Al girarse por completo esa artesanal máquina de precisión en cristal y arena, solo dos cómplices privilegiados despertaron un suspiro antes de ese breve letargo. En primer lugar, la pelota, impulsada ahora en sentido contrario para superar quizás como escarmiento del destino la humanidad de Lezcano; y en segundo término Celio Taveira, que aprovechó esta circunstancia para ganar la posición, elevando elegantemente su figura con las manos a los costados de su cuerpo apuntando al cielo como diciendo “yo no fui”, para asestar luego un implacable cabezazo que volvió a hacer correr el tiempo en los relojes.

Cuando el resto de los protagonistas y los espectadores reaccionaron, la pelota impulsada por el golpe de cabeza cruzado del brasilero formó una parábola que terminó en las redes del arco defendido por Errea sentenciando la igualdad.

Fue tal el impacto, tanta la emoción, tanto el asombro por lo espectacular del desenlace de esa jugada en ese momento límite de agonía extrema, que la voz de festejo de los hinchas, más que un grito de gol fue una explosión de alaridos que brotaron del alma quemando las gargantas, humedeciendo los ojos, erizando la piel y provocando que los corazones golpearan con inusitada vehemencia dentro de cada ser, como luchando por liberarse del cuerpo de cada uno de los extasiados hinchas.

Quienes allí estuvieron esa noche, juran que pueden indicar en el área de la tribuna Colombes la trayectoria exacta que recorrió la pelota, como si hubiese quedado flotando en el aire un punto imaginario que indicara el sitio del primer cabezazo, el que hizo detener por un instante el tiempo y el sitio del segundo, el que volvió a hacerlo andar.

Pregunten a los testigos de aquella jugada ¿quién fue el Marqués Ruben Sosa? a ver si en la respuesta sobre las virtudes y habilidades del talentoso jugador no figura la mención de que fue “el de la agachadita para el pase de cabeza para el gol de Celio”, y pregunten también ¿quién es Celio? a ver si más allá de las referencias como goleador implacable no se hace inevitable la mención de que fue “el del gol para eliminar a Peñarol luego del pase del Marqués Ruben Sosa”.

En dos cabezazos en el área, se encontraron un talentoso argentino y un goleador brasilero, que quedaron por ese gol unidos para siempre en la memoria colectiva de una generación. Porque no fue solamente un gol, ese fue “el gol”, ese que queda atesorado en la mente y el corazón del hincha, en el sitio reservado para el más especial de los recuerdos.

Norberto Garrone

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