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lunes, 17 de mayo de 2010

Exageró con las tarjetas y distorsionó el partido


Héctor Martínez distorsionó el clásico con su excesiva y hasta obsesiva aplicación del reglamento. En un partido en el que, pese a tratarse de una final, ninguno de los dos equipos jugó con espíritu agresivo, como tampoco lo habían hecho en el clásico del Clausura, ni en la final del miércoles anterior, cuatro tarjetas rojas y una montaña de amarillas suena a mucho.

Si bien algún miembro técnico del Colegio de Árbitros podría argumentar que Martínez estuvo perfecto en las cuatro expulsiones, perfectamente podríamos responderle que mire el video de la primera final y vea cómo procedió Jorge Larrionda y de qué forma fue llevando el partido.

"ARBITRAR ES PENSAR"

En la comparación de ambos arbitrajes queda claro que a Martínez le faltó "carpeta" para conducir un partido tan importante. Ya le llegará su tiempo porque se trata de un árbitro de excelentes condiciones, pero le falta aprender a "manejar" los partidos, como lo "manejó" Larrionda cuatro días antes. Y poner a Larrionda como ejemplo es como para que quienes defienden el estilo ultrarreglamentarista de Héctor Martínez se den cuenta que van por el camino equivocado. No en vano Larrionda, con su estilo, ha sido designado por la Fifa para 3 Mundiales (2002, 2006, 2010) y es unánimemente reconocido como el mejor árbitro de Uruguay, de los mejores de América y también del mundo. Entonces, ¿por qué no tomar su ejemplo? ¿Larrionda hubiera expulsado a Urretaviscaya y a Mathías Cabrera por esas ingenuas faltas? Obviamente que no, porque ya demostró que ese no es su criterio. Pero lamentablemente sí es el criterio de Martínez, que con su fundamentalismo terminó distorsionando el clásico del sábado y también el del mañana pues, por ejemplo, Peñarol no podrá tener a un contragolpeador de lujo como Urretaviscaya.

EXPULSIONES

Sobre las expulsiones de Maxi Calzada y el "Pollo" Olivera no hay nada que reprochar, pues hasta un árbitro de baby fútbol sabe que poner una plancha a esa altura es roja directa. Pero las de Urretaviscaya y Mathías Cabrera no merecían ni amarilla o de última las arreglaba con una de ese color. "Urreta" se tira con vehemencia pero no con mala intención y ni siquiera llega a tocar al rival. Cabrera apenas toca a Ramírez y si bien lo desestabiliza desde atrás, hay que tener en cuenta que no había inminencia de gol pues Oscar Morales lo esperaba de frente al aurinegro.

Larrionda había marcado la cancha el miércoles con tarjetas amarillas con el propósito de encauzar el partido y logró su objetivo sin necesidad de seguir tarjeteando toda la noche. Pero Martínez no. Es una especie de robot que saca tarjetas según indica el reglamento. Lo suyo es aplicar la ley sin razonar, cuando "arbitrar es pensar", como siempre nos enseña Larrionda.

OTRAS INCIDENCIAS

El arbitraje de Martínez dio para discutir sobre algunas otras incidencias, pero en este caso se trata de falta de apreciación, lo que es menos grave. Por ejemplo, no vio una plancha de Darío Rodríguez a Varela, que, si bien se puede discutir la intencionalidad de Darío, con el "fundamentalismo" de Martínez era roja segura, pero no la vio. Tampoco apreció un agarrón del mismo Darío al "Morro" García adentro del área, pero en la montonera es difícil a veces darse cuenta de que un jugador tiene agarrado de la camiseta a otro.

Lo que sí fue claro y debió haber visto fue la mano, o mejor dicho, el codo de Diego Alonso, que rechaza una pelota en el área haciendo un movimiento con su brazo. Era penal.

Fuente:ovación

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