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lunes, 1 de junio de 2009

Un minuto de silencio...


No regalaron penales ni se hicieron expulsar. No se colgaron del travesaño ni dejaron huecos que fueran visibles hasta de la luna. Pero jugaron como si fuera un entrenamiento entre titulares y suplentes, quizás hasta con menos exigencia que la de una práctica previa a un cotejo clásico o a un partido de Copa Libertadores en la que hay que demostrarle al técnico que está equivocado en no contar con ellos.

Entonces, así, sin ofrecer obsequios alevosos, jugando el partido con seriedad, pero sin la mayor exigencia, Nacional sufrió una de esas derrotas que sólo pueden ser entendidas en el sentimiento del hincha, el de ese que siempre le está deseando lo peor al enemigo de todas las horas.

Porque ayer para los bolsos no había mayor satisfacción que ver concretada la eliminación de Peñarol de la Liguilla y eso es lo que terminó de consumarse con la victoria de River.

Lo increíble es que Juan Ramón Carrasco tomó una determinación tan extravagante como sorpresiva, con lo que bien pudo comprometer la chance de su equipo y también la felicidad de los bolsos de ver consumado su sueño de ver otra vez fuera de las copas internacionales al carbonero.

Con varios suplentes en el equipo titular, River bien pudo terminar jugando tan "light" como Nacional el tan trascendente cotejo. Si no fue así, fue porque los hombres de Pelusso jugaron y dejaron jugar.

Entonces, con espacios y con gente capacitada para tocar la pelota en velocidad, los darseneros no acusaron ningún golpe de presión. Y el partido transcurrió por los carriles del cambio de ataque por ataque.

En ese ida y vuelta, River llegó varias veces con peligro, de la misma forma que también sufrió algún castigo, producto del manejo de Mauricio Pereyra y "Matute" Morales.

La apertura, que llegó con un bombazo de Ezquerra, no alteró ningún plan. Porque el tricolor, si bien siguió generando alguna jugada, no recurrió a la fórmula del "vamos con todo por esta" y entonces el cotejo siguió avanzando de la misma forma.

Con River más incisivo, claro, debido a la falta de solvencia que tuvo la zaga que armó Pelusso. Pero Burián impidió que el duelo se liquidara mucho antes.

Y, entonces, hubo que esperar hasta el 62 para que la bandera a cuadros, como si fuera un Gran Premio de Fórmula Uno, cayera sobre el partido.

El 2-0 aumentó el repertorio de celebraciones tricolores, recordándole al rival de todas las horas que una vez más van a tener que ponerse frente al televisor para ver la Libertadores, y nadie más movió eso. Porque el descuento de Blanco llegó cuando se moría el partido. Lo increíble es que ganó River y también los hinchas de Nacional.

Fuente:ovación

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