El
26 de octubre de 1988 está ahíí. Es pasado
pero también presente y futuro en el alma de los
tricolores.El 26 de octubre es ayer,
pero también es hoy y no dejará de ser mañana
nunca.El 26 de octubre es, simplemente, la fecha de la gloria. La marca cronológica que el tiempo le puso a la renovación de un
contrato de parentesco muy inmediato, muy puro, muy noble. que
Nacional tiene con la copa.Por
eso no pasa. Por eso es pasado , porvenir... y ahora.Si ahora. Una noche de
fervor tricolor haciendo
explotar el Centenario ,con
una asistencia espectacular y tan rumorosa, tan desbordante en el apoyo al equipo de sus amores, como
incluso
observadores imparciales admitieron que se había visto en pocas ocasiones. Noche de
cohetes. Noche le fuegos artificiales. Noche
de coros. Noche de estruendos.
Noche de luces.
El estadio que tiembla y que se conmueve por los saltos de la gente en la tribuna. Que espera. Que ansia. Que sufre: Que ya desde antes del partido, se emociona. Y hasta llora. Hasta derrama una lágrima por
ese espectáculo
infernal que ofrece una linchada sin par, atronando un
ambito que no guardó espacios para los exabruptos
-porque Nacional es así,
ha
sido así
a lo largo de toda su historia-, cuando aparecieron las camisetas
blancas por la boca del túnel para dirigirse
al centro de la cancha con una determinación que mas pareció
que ya estaban yendo en busca de la misma Copa.
26 de octubre. No. Aquí no hay milagros,
zarpazos del destino difíciles
de explicar en forma lógica
ni imponderables del azar de último
segundo. Acá
lo que hay es un mandato de grandeza que obliga, que empuja:
lo han dicho todos, Nacional es el mejor equipo de América, el mejor
de esta Copa. Así que debe demostrarlo -una vez más- está noche.
La última
noche.El 26 de octubre de 1988.Y
ahí
surge el mérito,
ahí
está la razón
de la victoria, entonces. Ese es el "levántate y
anda" reservado para los grandes, para que sean
grandes y demuestren esa misma grandeza, cuando
les toca el turno. En el momento supremo y no en otro. ¿Nervioso?
¿Dudas? ¿Temores?
Noooo ... lo de Nacional siempre ha sido distinto cuando
se trato de codearse con la gloria. Ha tenido la contundencia
de lo directo. Ha tenido la practicidad, la indiscutible
practicidad, que sella la concreción de lo lógico. Lo
inmensamente lógico.
Por eso, entonces, Nacional va y ejecuta el mandato de
su gente, de su tribuna. Del continente todo. A los 13
minutos De León
cede a Castro. Y Castro la pierde. Pero la recupera
en base a amor propio. Y se la da al pibe Soca. Que deja de ser pibe y dribleando rivales, metiéndose en
el área
como si fuera un partido de inferiores cuando en realidad es una
ensordecedora y multitudinaria final de
Copa, se hace hombre guapeando y jugando, antes de alcanzarle la pelota a "Pinocho". A Vargas que, de espaldas al arco rival, se da vuelta como
una luz, como un relámpago,
y después
saca el remate que como la descarga de un rayo se
mete en la valla de Scoponi.
El
1 a O es la locura, lógico.
Porque, además,
el gol no fue la consecuencia de un arrebato de fuerza
o del empuje interior que animaba a todos
los corazones tricolores. Antes Nacional había acorralado a Newell's. No a los ponchazos. A
fútbol. No lo dejó salir de su última zona.
Y así
le metió
ese gol que fue la primera caricia a la Copa.Por
eso, entonces, después
cuando Newell's quiere salir para tratar de cambiar su destino, tampoco puede
pasar la mitad de la cancha porque Nacional, con sus
grandotes, con sus hombres, le gana por arriba, le
gana por abajo, le gana en todo, y lo anticipa,
lo ahoga y no le deja sacar ni un contragolpe. Hasta que a los
37 minutos Ostolaza, de cabeza, con el alma,
mete el segundo cabeceando un córner. ¿Gol? Sí, si ... aunque en realidad
lo que hizo el "Vasco" fue descolgar del
cielo de la ilusión
una estrella con sueño de
Libertadores para clavarla, apretando los dientes, en
un ángulo
del arco de Scoponi.2 a O y pasa el partido. Se
va inexorable. El
mejor de América
para todo cumple con su mandato. No fracasa.
No duda. No se pone nervioso.En la hora más difícil es todo
lo gigante que se ha dicho, y arrolla. Aunque queda
una prueba más.
Un último
examen para rendir, para que no queden dudas: a los 33 minutos
del
segundo tiempo Castro se va por la izquierda como una tromba. Se va al
gol seguro. Y le hace penal Scoponi. Un penalazo que no lo
discute nadie de Newell's. Es el último test. El último ser o
no ser que se interpone entre Nacional y la Libertadores.
Porque para ganarla hay que ser grande. Grande en todo. Y De León, el caudillo,
el capitán,
el hombre, el campeón
de América del 80, hincha el pecho, se mete el momento debajo del brazo junto a la pelota, y lo asume. Así corre. Así
apunta. Así
pone el remate fuerte pero a la vez bien colocado a la
izquierda de Scoponi. Ahora sí. Nacional era y es el mejor de
todos. Falta el alargue.
Que se juega por reglamento
pero no por otra cosa. Pero si se hacen esos 30 minutos es en
realidad
para que la hinchada disfrute, goce, la propiedad de esa
alegría
sin igual, con el equipo moviéndose
como
ofrenda victoriosa delante de sus ojos, durante media hora.
Nada más.
Después
vendrá
la vuelta olímpica. También la entrega de medalla a los campeones y la toma de posesión
de la Copa. El estallido del Centenario. Las caravanas hacia
todos los rincones de la ciudad y en especial
a 18. No. No hubo milagro. No hubo nada difícil de
explicar ni virazones de último
segundo. Ha habido lógica, Es que así han sido siempre las
conquistas de Nacional a lo largo de toda su historia. Lógicas. Era el mejor
y lo demostró
como corresponde. Y así ocurrió
también
este 26 de octubre de 1988. Por eso, tal vez, haya
sido ayer, sea hoy, y siga siendo lo mismo en el futuro.
Es que la inapelabilidad de los grandes, -que es
lo que el Nacional del 88 demostró
esa
noche en que se tomó
la última
Copa-
no pasa nunca ...
Fuente: Nacional de América y del mundo
Foto: El Gráfico
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