Banfield no jugó bien, se desenfocó frente al arco rival y se encontró con el central de Nacional de Montevideo, que peinó la pelota para el 1-0 y cabeceó en la jugada del 2-0. Así, el Taladro perdió el invicto en la Libertadores.
Se divisaba un triste ocaso en el Florencio Sola y Banfield, un dolido Banfield, se encontraba cegado por su orgullo. Empujaba. Banfield iba e iba. Prolijito, Nacional le pagó con su misma moneda, le dio una dosis de su propia medicina. Este nuevo Taladro, esta nueva versión del equipo de Falcioni al que se le adjudica pregonar un fútbol más vistoso que la maquinita campeona del Apertura, por primera vez se desalineó. Padeció el reflejo, se vio en un espejo con los dos goles de pelota parada --ese fuerte tan suyo-- y se empalideció.
Mandaba en su cancha Banfield. Hasta que aparecieron Coates y Godoy, ambos en aciertos de pelotas aéreas, para comenzar con delicadeza el trabajito que hiciera al Bolso puntero del Grupo 6. Porque cuando se vio arriba, Nacional fue un relojito. Obligó a abrir las bandas, abolló a James Rodríguez y Erviti con las marcas, gracias a un exhaustivo trabajo de Ojota Morales y un inspiradísimo Alvaro González, y noqueó a su rival cuando todavía restaba la mitad del partido. Porque de tanto querer desprenderse de aquel orden, esta vez Banfield fue, directamente, desorden. Más cuando vio que no se resolvía el partido y perdió la brújula. Aunque tuvo las suyas en alguna que otra pelota parada, estuvo apurado.
Hasta acá, en Copa y campeonato, el equipo de Falcioni fue siempre el más astuto. Pero se topó con uno más vivo, más atento, que le arrebató el Bolso en su propia casa. Tanto que en alguna contra pudo liquidarlo y hacer del 2-0 una victoria más apabullante. Battión, pase a Quinteros, centro y despeje de Coates; Battión, pase a James, centro y despeje de Godoy. Banfield fue una constante, una máquina, sí, pero de tirar centros inofensivos. Y Nacional nunca se le escondió, con un planteo impecable de su técnico y una resolución tan sobria como inmejorable por parte de los jugadores, le arrebató el invicto.
Inteligente y calmo, sin dejar de ser audaz. Un último tiro libre a favor lo delató ante las retinas de cualquiera: cinco hombres en ataque metió Nacional cuando tenía cerradísimo el resultado. Estiradas de Lucchetti, corridas de Víctor López. Un final para el alivio de un Banfield que nunca entendió el partido y de satisfacción para un Nacional que llegó a la cancha del campeón argentino, difícil si las hay, y se lo llevó en Coates...
Fuente:olé
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